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Día Internacional de la Mujer 2018: Jenny McConnell

El año pasado para conmemorar el día internacional de la mujer publicaba un artículo (pincha aquí si te lo perdiste) en el que os proponía buscar nombres de mujeres ilustres de la historia de la medicina, la ciencia o la fisioterapia y ponía en evidencia la falta de reconocimiento que sufren las féminas en el ámbito profesional.

Pero este año, me he propuesto cambiar el tono y en vez de “quejarme” de lo poco que se nos reconoce en ciertos ámbitos, he decidido aportar “mi granito de arena” para dar voz y poner rostro a grandes mujeres de quienes no se habla tanto como se merecen.

Este año, para empezar con la lista que me propongo seguir ampliando año tras año cada día internacional de la mujer, os voy a hablar a Jenny McConnell una fisioterapeuta, cuyo trabajo muchos compañeros y compañeras de profesión conocen pero que pocos saben que su creadora es una mujer.

Aun recuerdo el primer día de clase en el seminario de la “formación oficial McConnell”. Sabía algo de este método y tenía claro que lo que iba a aprender en aquel curso iba ser casi todo nuevo para mí, pero lo que no me imaginaba era que una de mis mayores sorpresas sería descubrir que la persona que desarrolló esa metodología de trabajo ¡era una mujer! No podía creer que “el famoso McConnell”, resultara ser “LA FAMOSA McCONNELL”. Que orgullo encontrar al fin una mujer fisioterapeuta de reconocido prestigio.

Jenny McConnell es una fisioterapeuta australiana de la que poco he podido averiguar porque es muy escueta la información que sobre ella aparece en la red, al contrario de lo que ocurre con su método: “El método McConnell”. Nombre que ella misma deja claro que no acuñó, sino que fue bautizado así por otra persona que la sustituyó durante un congreso en el que iba a hablar sobre sus investigaciones y al cual no pudo acudir porque iba a dar a luz a su primer hijo.

Una mujer con gran interés por la investigación de la cual podemos encontrar publicaciones desde el año 1986 hasta la actualidad. Su trabajo de investigación ha aportado mucho  a la fisioterapia en cuanto al tratamiento del dolor crónico musculoesquelético de miembro inferior, destacando sobretodo sus aportaciones para patologías de la articulación de la rodilla; aunque también sobre hombro y columna vertebral.

La mayoría de las personas que han oído hablar de su método, lo asocian a un tipo de vendaje funcional, pero el abordaje propuesto por Jenny McConnell va mucho más allá. Es fundamental una correcta exploración funcional basada en test ortopédicos e incluso mediciones electromiográficas para evaluar desequilibrios del tono muscular. En función de los resultados describe también una serie de técnicas de terapia manual, la colocación de tape (vendaje) de reposicionamiento y  la pauta de ejercicios concretos para corregir los desequilibrios preexistentes.

Esta mujer, que a partir de la observación y el análisis de disfunciones articulares habituales como puede ser el Síndrome fémoro patelar, ha conseguido desarrollar un método sencillo, versátil y económico que ha dado la vuelta al mundo: Desde Australia ha hecho llegar sus conocimientos al resto de continentes.

Entre otros méritos destaca por ser la fundadora del McConnell Institute, además de formar parte del equipo editorial de Clinical Journal of Sport Medicine and Manual Therapy y del British Journal of Sports Medicine. En 2009, en el día del Honor de Australia fue nombrada miembro de la Orden de Australia por sus servicios a la fisioterapia tanto por su labor como terapeuta como investigadora.

Una mujer que ha conseguido compaginar la maternidad con su carrera profesional y que ha demostrado su valía, abriéndose paso en “un mundo de hombres”, consiguiendo forjarse un nombre en la historia de la fisioterapia.

Sin duda una inspiración para muchas fisioterapeutas, o al menos para mí.

 

Silvia Pezón González

Fisioterapeuta

 

Cuando Nos Sobran Méritos, Pero Nos Falta Reconocimiento

Te propongo un reto: Piensa en uno o varios de los mejores cocineros del mundo… ¿Lo tienes?; Ahora piensa en alguno de los mejores científicos de la historia… ¿Ya?; Muy bien, ahora piensa en el primer nombre de traumatólogo de prestigio que se te venga a la cabeza… Seguro que ya lo tienes. Venga, y ya para terminar, como este es un blog de fisioterapia, piensa en algún fisioterapeuta conocido. ¿Listo?

Muy bien, ahora dime: De todos los nombres que se te han venido a la cabeza, ¿alguno es de mujer? A que no. No te preocupes, seguro que como a tí les ha pasado a la mayoría de personas que han leído esta entrada. La culpa no es tuya; la culpa es de Google porque si pones en el buscador “Top 10 de cocineros del mundo” no sale ni una mujer. Si buscas  “Los 2o científicos más famosos de la historia”  al menos mencionan a una: Marie Curie (seguramente la única que se nos ha venido a la cabeza a la mayoría) y si buscas algún ranking de traumatólogos o fisioterapeutas, más de lo mismo, ni una fémina.

Cuando era pequeña, mis padres me criaron en un ambiente de absoluta igualdad de género, nunca me condicionaron ni con la ropa (siempre odié las faldas y vestidos, me resultaba realmente incómodos), ni con los juegos ni juguetes (tuve la colección entera de micromachines, me pasaba el día jugando al fútbol y alternaba jugar a las mamás, a las barbies o los barriguitas con los playmobil o los Pinypon) y sobretodo y lo más importante, me transmitieron la idea de que siempre podría hacer lo  que me propusiera, que ningún niño, por el simple hecho de ser varón, sería necesariamente ni más fuerte ni más listo que yo.

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Y así me crié, feliz, con el autoestima por las nubes, ganando a todos los niños de mi clase a pulsos, sintiéndome poderosa y sabiendo que siempre podría hacer lo que me propusiera. Ser mujer nunca sería una barrera para mí, eso era cosa de la época de nuestras abuelas y de países subdesarrollados.

Hasta que un día, tendría yo unos 10 años, quise federarme en el equipo de fútbol del pueblo y me dijeron que no podía. Y ahí quedó la cosa, me resigne a ir a entrenar, que eso sí me dejaban e iba a animar a mis compañeros a los partidos.

Después fui creciendo y empecé a darme cuenta de que físicamente ya no podía con mis compañeros; ya no me valoraban tanto por como jugaba al fútbol, y empecé a intuir la presión social de que para ser aceptada, tenías que ser guapa. Me sentí presa de mi físico. Y entonces, empecé a dejar de sentirme poderosa y dejé de tener tan claro que podría hacer lo que me propusiera.

Pasó la adolescencia y poco a poco fuí siendo aún más consciente del roll al que estamos sometidas las mujeres, ese roll que se basa fundamentalmente en nuestra apariencia física. Si quieres encajar tanto en el grupo de ellas como en el de ellos, tienes que ser guapa, flaca y estar a la moda.

Esto último puede resultar normal (que no bueno) a esas edades, y cada uno a su manera la sobrelleva como mejor le sale.

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Pero el mayor encontronazo con la realidad del machismo lo llevé durante y después de mis estudios universitarios.

La falta de reconocimiento profesional que existía hacia las mujeres científicas era inconmensurable por no decir insultante. Escuchábamos hablar de médicos de reconocido prestigio tanto a nivel mundial como estatal, rara vez se mencionaba a alguna mujer y cuando se hacía normalmente iba acompañada del nombre de su marido. Y es que, hoy en día, 10 años después, sólo se siguen escuchando nombres masculinos cuando se habla de profesionales de prestigio. Y yo me pregunto, ¿Cómo puede ser que de una carrera universitaria como es fisioterapia o medicina, dónde el mayor porcentaje de alumnos son mujeres, sólo salen profesionales “brillantes” del sexo masculino? Una de dos: O es que la mayoría de nosotras “somos tontas” o es que los pocos que se declinan por estas profesiones son unos “lumbreras”…

Os pongo un ejemplo: Lista de ponentes en las I jornadas de fisioterapia “Salud y Deporte” que organizó el colegio de fisioterapeutas del principado de asturias 2015; “11” ponentes, “0” Mujeres. ¿Me vais a decir que no hay ni una mujer fisioterapeuta con experiencia y prestigio en toda España que tuviera cosas interesantes que aportar a aquellas jornadas?

Por supuesto, con esta entrada no quiero desprestigiar a ningún hombre, porque estoy segura que hay muchos y muy buenos, pero coincidiréis conmigo en que es cuanto menos sospechoso que sea tan difícil encontrar a una mujer entre el selecto club de la “élite sanitaria”. No quiero decir que la reputación de los compañeros sea injustificada, pero quizás la confianza que se les ha brindado para alcanzar sus metas haya facilitado su camino al éxito y al reconocimiento público en comparación con el de cualquiera de nosotras.

Y es que, las mujeres seguimos bajo a ese techo de cristal que no nos deja crecer porque, por mucho que empujemos desde abajo, la propia sociedad (hombres y mujeres) cargan su peso sobre él impidiéndonos  sobrepasarlo.

Cuando acabé la carrera, Diego y yo, decidimos emprender un proyecto en común, abrir juntos la clínica. Llevamos codo con codo casi 10 años. Los dos a la vez, los dos juntos, pero si supierais la cantidad veces que se dirigieron a él como “mi jefe” por el simple hecho de ser hombre, o si os contara la de personas que han pedido cita y, sin conocernos a ninguno de nosotros, han solicitado ser atendidos exclusivamente por un hombre…

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Así que, compañeras, nos toca seguir educando a la sociedad para que entiendan que cualquier mujer puede ser igual o mejor que cualquier hombre en su mismo puesto de trabajo. Y recordad, que aunque nos quieran hacer creer que el machismo está en vías de extinción, mientras se necesite seguir celebrando el 8 de Marzo será que sigue habiendo desigualdad laboral tanto a nivel salarial como de reconocimiento profesional; será que sigue habiendo mujeres maltratadas o asesinadas a manos de sus parejas; será que sigue habiendo mujeres violadas acusadas de haber provocado a su agresor con su aspecto o su actitud, será que seguimos aguantando piropos (o insultos) desagradables por la calle, será que tenemos que seguir dando explicaciones a nuestras hijas e hijos para que sepan que pueden jugar a lo que les apetezca y que no hay juguetes para niños o para niñas, porque los juguetes son para jugar con las manos y la imaginación, no con los órganos genitales… Porque cuando todo esto cambie de verdad ya no necesitaremos un 8 de Marzo; entonces y sólo entonces esta guerra estará ganada.

Silvia Pezón González

Fisioterapeuta, empresaria y madre de 2 futuras “grandes mujeres”

“Los hombres de calidad respetan la igualdad de las mujeres”